Las palabras que repetimos a diario no son solo sonidos o letras; son actos que crean realidad. La Ontología del Lenguaje sostiene que el modo en que hablamos modela nuestra manera de ver, interpretar y habitar el mundo. La fe cristiana enseña lo mismo desde siempre: “La muerte y la vida están en poder de la lengua” (Proverbios 18:21).
1) ¿Por qué el lenguaje transforma nuestra vida?
Según la Ontología del Lenguaje, no solo describimos el mundo: lo generamos al hablar. Tres dimensiones clave influyen en nuestra experiencia:
- Lenguaje: lo que digo orienta mi atención y mi acción. Si repito “no puedo”, mi mente busca pruebas de que es verdad.
- Emociones: cada palabra evoca un estado emocional (ánimo) que habilita o limita mis posibilidades.
- Cuerpo: la postura y la respiración acompañan lo que digo; juntos consolidan hábitos y resultados.
Cuando integramos estas dimensiones a la luz del Evangelio, aprendemos a hablar y actuar desde la fe, esperanza y caridad, no desde el miedo.
2) La Biblia y el poder de la palabra
- “Sea vuestro sí, sí; y vuestro no, no” (Mt 5,37): la claridad del lenguaje evita confusiones y fortalece la integridad.
- “Con mi lengua declararé tu fidelidad” (Sal 71,15): hablar de las obras de Dios ensancha la fe y el ánimo.
- “No salga de vuestra boca palabra mala, sino la que sea buena para edificación” (Ef 4,29): nuestras palabras pueden construir o herir.
3) Cuatro actos del habla que cambian tu día
- Declaraciones: compromisos que definen tu postura.
Ej.: “A partir de hoy cuido mi salud como un acto de gratitud a Dios”. - Juicios: interpretaciones, no hechos.
Practica: cuando digas “soy malo para…”, pregúntate: ¿es un hecho o una opinión? ¿Qué evidencia me falta? - Pedidos y Ofertas: el puente entre personas.
Ej.: “¿Podrías ayudarme a preparar el devocional del grupo el martes?”—“Sí, con gusto”. - Promesas: acuerdos que generan confianza.
“Me comprometo a llamar mañana y confirmar la cita”.
4) Guía práctica de 7 días: renueva tu conversación
Dedica una semana a entrenar tu lenguaje. Cada día, un enfoque:
- Día 1 – Observa: anota frases que repites (“no tengo tiempo”, “soy así”). ¿Qué realidad crean?
- Día 2 – Reescribe: transforma “no puedo” por “estoy aprendiendo a…”, “aún no, pero me preparo”.
- Día 3 – Gratitud: cada mañana, tres gracias concretas a Dios; dilo en voz alta.
- Día 4 – Pedidos claros: especifica “qué”, “para cuándo” y “condiciones de satisfacción”.
- Día 5 – Promesas cumplidas: haz una lista breve y honra cada compromiso.
- Día 6 – Bendice: elige palabras que edifiquen a alguien de tu entorno (mensaje, llamada o nota).
- Día 7 – Oración: entrega a Dios tus palabras, tus emociones y tus decisiones. Pídele sabiduría.
5) Señales de que tu lenguaje necesita una “metanoia”
- Te sorprendes quejándote a menudo y pocas veces proponiendo soluciones.
- Usas “siempre/nunca” para personas o situaciones (“siempre me sale mal”, “nunca me ayudan”).
- Te cuesta pedir, delegar o poner límites sanos.
- Prometes de más y luego te sientes culpable por no cumplir.
6) Oración breve
Señor Jesús, pon un guardián en mi boca y sabiduría en mi corazón. Que mis palabras reflejen tu verdad, sanen y construyan. Enséñame a pedir con claridad, prometer con responsabilidad y hablar con amor. Amén.
7) Pasos siguientes
Si querés profundizar en este proceso de transformación desde la fe, puedo acompañarte con sesiones de Coaching Cristiano aplicando el modelo C.E.Q.U.I.D.A. para integrar lenguaje, emociones y acción en Cristo.

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